
Montaña de cráneos de bisontes aguardando a ser triturados para hacer abono. Algunas fuentes fechan la fotografía alrededor de 1892, otras, a mediados de 1870.
No pierdan el tiempo. No hubo ni penúltimo ni último. La historia fue un arrebato lírico de James Fenimore Cooper para engatusar a las fervorosas lectoras de principios del XIX. La tribu, muy diluida —como parte de los Stockbridge-Munsee— se concentra hoy en Wisconsin, a la izquierda de los grandes lagos, disfrutando del metro y medio de nieve que el gélido clima de la zona les ofrece buena parte del año. ¿A qué se dedican? Administran casinos, reclaman sostenidamente la devolución de sus tierras y en su tiempo libre, transmiten su cultura a las nuevas generaciones.
Los mohicanos pura sangre solían vivir en la región del valle de Hudson, en lo que hoy es el estado de New York. Su nombre original Muhhekunneuw significa 'gente del agua que fluye rápidamente'1. Eran de pocas palabras. Más allá de su austeridad lingüística practicaron la agricultura, la pesca y la caza. Gustaban de las proteínas y aborrecían el hambre de media noche. Vendieron pieles a los primeros europeos, ingleses y holandeses. En pocos meses los declararon personas y se lanzaron a un conflicto de poco recorrido.
Pero vamos a tomarle la palabra a Mr. Cooper e imaginar que efectivamente, nos queda un solo mohicano. ¿Cómo perdimos al resto? Pues peleando con otras tribus por ejemplo, devastados por la viruela o empujados de sus territorios por la presión colonial. Un factor fue, con toda seguridad, la desaparición de su animal fetiche: el bisonte.
Este majestuoso herbívoro es hoy un icono de la América del Norte. Emblemático, imponente por su tamaño, ligado desde la aurora del tiempo a los pueblos primigenios, fue desde entonces considerado una entidad sagrada. Eran recibidos como el mayor de los regalos que los dioses podían ofrecerles. Les proveía de lo necesario para su supervivencia: carne, grasa, pieles para ropa y refugio, huesos para sus armas y herramientas. Los indios de las grandes llanuras, los lakota, cheyene y comanche dependían de ellos casi por completo. Más que carne vibrante, era una manifestación espiritual. Un ser de máxima pureza y entre ellos, los albinos o blancos eran tomados por encarnaciones celestiales que bajaban para conceder abundancia, fuerza y una generosa resiliencia. Este poderoso vínculo fue la desgracia de aquellos pueblos. Los blancos europeos entendieron enseguida que sin bisontes las tribus se irían a donde los hubiese. Lo macabro fue intentar privarlos no solo de su carne sino de su identidad, costumbres y cultura.
El gobierno norteamericano alentó la matanza del bisonte hasta lo inconcebible. En el transcurso de medio siglo su población pasó de cerca de 60 millones a menos de 500 ejemplares. Trituraban sus huesos para fertilizantes, exportaban las pieles a Europa y dejaban podrir su carne.

¿Fue la caza el motivo principal de la casi extinción del bisonte americano? Algunos la ponen en duda.
La imagen que da curso a estas notas fue tomada, según algunas fuentes, en 1892, en las instalaciones de Michigan Carbon Works en Rougeville, Michigan. Representa un momento crucial: la expansión americana hacia el Oeste. Muestra un hombre encaramando sobre una montaña de cráneos de bisonte. La desvergonzada naturalidad de la pose evidencia su desconexión con el brutal impacto de la carnicería a nivel ecológico y su estúpido orgullo personal. Tiempo aquel en que incluso refinadas damas eran convidadas a disparar a las grandes manadas desde los trenes. Solo por la diversión corrupta de ver caer aquellos gigantes desquiciados. Cientos cada día. Esto era el progreso. En su nombre y en el de la industrialización, impulsados por su obsesión de capitalizar los recursos naturales, los colonos llevaron a cabo una política de sometimiento sin precedentes sobre la vida silvestre. Por primera vez en la historia del planeta se produjo una escandalosa asimetría entre la naturaleza y una sola especie. Depredadores innatos, arrasaron con todo, seres humanos, culturas enteras.
Es ocioso juzgar el siglo XIX con la mentalidad del XXI.
Tampoco nos volvamos locos. Es imposible desaparecer 60 millones de bisontes con armas de fuego ligeras. Millones, la mayoría, perecieron sin lugar a dudas, por las infecciones que el ganado europeo trajo consigo. Pasó con muchas de las grandes poblaciones indígenas de las Americas. Dicho esto, no desmerita para nada la enajenada y demente necesidad de sangre de los colonizadores blancos.
Intentemos el ejercicio final de imaginar lo que contemplaros las tribus altivas del Norte hace 500 años. Tomemos cuenta que un bisonte, un macho adulto, mide casi tres metros de largo por dos de alto, con un peso de hasta 2600 libras. Una manada promedio llegaba a alcanzar los treinta kilómetros de largo y se extendía a lo ancho por 500 metros. Sientan el temblor de la tierra bajo el peso de miles de pezuñas, los interminables bramidos, el ruido atronador que se anticipada desde muchísimo antes, la impresionante nube de polvo que acompañaba a esos inagotables ríos de vida fluyendo a través de la planicie. Lejos, latía el corazón de los cazadores. Afloraban sentimientos encontrados: veneración, gula, desesperación y júbilo. Guerreros y cazadores que, entendiendo el equilibro sagrado entre los seres vivientes, lamentaban tener que tomar el alma y la carne de un animal que consideraban hermano. Un espectáculo que no será visto otra vez por ningún ser humano.
1No me queda claro que fluye rápidamente. ¿El agua... o los mohicanos?

PDs.
1 - El original de la fotografía se guarda en la Biblioteca Pública de Detroit. Forma parte de la Colección Histórica Burton, que alberga documentos y fotografías significativas de la historia de Detroit y sus alrededores.
2 - Los bisontes pudieron ser recuperados. Se estima que hay alrededor de medio millón, fundamentalmente en ranchos privados. Muchos han sido cruzados con ganado doméstico dando como resultado la presencia de bisontes híbridos. Pero hay cerca de 25000 genéticamente puros pastando en reservas naturales, muchos en el Parque Nacional de Yellowstone.













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