THE

ANNEX

updated

current

Cualquier cosa asegúrate de tocar madera...

Septiembre 6, 2025 | Por R10
Vea el original en español
Go to English Version

Cuando la probabilidad de un peligro cierto nos cruza la mente, tocamos madera. Cuando nos cuentan en voz baja alguna desgracia ajena, tocamos madera. En realidad nos pasamos el día tocándola. Muchas veces es falsa. Y si eso conjurara el azar evitable, serían todos los carpinteros los más afortunados del mundo. Tanto José, como su hijo Jesús, lo fueron. Por un lado, si lo miramos con los ojos de hoy, su acciones alcanzan un número descomunal de visitas, likes, followers... siendo Jesús el influencer con más influencia de la historia. Por el otro lado acabó en la cruz. De José, para cuando crucificaron al hijo, nadie sabe lo suficiente.

Es bastante curioso que toquemos madera 'para prevenir una desgracia' cuando la madera —cedro, olivo, pino o encina— estuvo involucrada en una inevitable. De hecho cuando la tocamos, no hacemos otra cosa que simbólicamente 'tocar la madera de la cruz'. El poder del símbolo es tal que poco más de dos milenios más tarde, cuando la desgracia es que se derrame el café sobre el teclado del portátil, buscamos protección tocando el madero de una ejecución romana. Lo gracioso de lo curioso es que abrazamos, sin dudar, la ley de Murphy. Si hay alguna probabilidad de que algo saldrá mal, la realidad encontrará la manera de confirmarlo. Y su némesis improvisada, el ritual de golpear madera.

Por lo general la madera que tenemos a mano es barata. De modo que sus poderes mágicos lo serán también. Más divertido aún resulta imaginar la escena original. Creyentes en el desierto extendiendo la mano hacia la cruz buscando la buscando la fresca paz del cielo y nosotros dando toquecitos en la puerta antes de salir a una gestión incierta. Un ritual de fe convertido en superstición ligera, que pasa del sacrificio al amuleto con una facilidad desconcertante.

La contradicción también se cuela en el lenguaje. A veces no tenemos la madera delante. Estamos en la playa y escuchamos al vecino contar como perdió una pierda el sobrino de aquella tía. Y decimos —déjame tocar madera. Lo repetimos en español, inglés, francés o alemán, convencidos de que neutralizamos al azar. Perpetuamos la ironía casi macabra de un gesto que conecta la cruz de Cristo con la mesa del comedor. El símbolo del sacrificio con la superstición doméstica. Al menos es la evidencia de que una practica que tiene un origen en la violencia del nacimiento sobrevive en lo residual y en un mundo que ya no respeta nada, excepto sospechar de los gatos negros y tocar madera cuando nos cruza.

No items found.

Gallery

No items found.

Comments powered by Talkyard.