
La fotografía fue tomada por Evelyn Sosa en La Habana el 31 de diciembre de 2017, durante la fiesta de fin de año organizada por HAPE Collective. HAPE Collective es una plataforma internacional nacida en La Habana en 2016 con la misión de promover el intercambio cultural a través de encuentros musicales que rompen fronteras. Integrado por DJs, músicos y promotores culturales de distintos países, el colectivo ha creado un espacio único para la colaboración y la experimentación, conectando escenas musicales locales con redes globales.
La Fiesta
La semana pasada, en la exposición que Osy Milián inauguró en la galería Zapata, le dije a Evelyn Sosa que quería escribir sobre una de sus fotos. Le dije también, que no sería una interpretación o valoración crítica de su trabajo sino de esa imagen en particular. Y no le dije, pero lo hago ahora, que si el resultado semejaba a lo que en el medio se conoce como 'crítica de arte', era fortuito y en modo alguno intencional. Dicho esto, arriba pueden ver la fotografía en cuestión: una de las que más me llama la atención entre todas las que conservo. Por muchas razones, pero entre todas, por una que me parece cardinal: conozco bien, y le tengo mucho cariño a quien entiendo es su principal protagonista.
Sin tomar en cuenta la de Evelyn, hay tres presencias que disputan, con distintas intensidades, el instante fugaz que la cámara rescata del olvido. El contexto y las dos muchachas que lo habitan. La presunta noche es el punto de partida de la narración. El espacio donde los gestos menores construyen sentido. En esta, como en cada otra noche, hay algo que no dice, pero se intuye. La impresión de estar en el borde, en el umbral de donde acaba un mundo y comienza el otro. Mi primera lectura es una suave advertencia: hay una línea que no puedes cruzar.
La dura luz que tan facil se da a cualquiera que la percibe, parece entender lo que interesa a la fotógrafa y toma partido. El encuadre tampoco engaña. Dejo una copia intervenida para que vean cual es el eje de rotación de la imagen. Su textura es tan áspera como esas noches que aún no tienen rumbo. Todo es contraste. El momento suspendido no parece buscar respuesta, más bien nos deja muchas preguntas. Para empezar.

Ellas, ¿Quiénes son?
Son dos chicas que se sienten lo suficientemente a salvo para no verse forzadas a asumir o componer una actitud. Todo parte de una pequeña y frágil intimidad. Una bebe. La otra mira.
La que bebe. ¿Qué nos dice?
Su trago no es de sed, es de gesto. Uno más antiguo que esa y que todas las demás fiestas. Esconder parte del rostro, pero sostiene con una mirada lateral —apenas enfocada— que sugiere desconexión o una sobrecarga sensorial. Parece pasar literalmente por alto el atrevimiento de quien intenta convertirla en evidencia. Y entregada al gesto bebe sin urgencia, sin teatralidad, como ha hecho tantas veces. Viste una prenda que destella con el movimiento, cuyas pequeñas incandescencias parecen gozar de vida propia, entregadas a la tarea de atraer o desviar la atención, según el caso. La botella en suspenso va mucho más allá del consumo: es una declaración de identidad y a la vez un acto de protección. Cuando bebemos en público, en un contexto social, marcamos distancia y trazamos límites sutiles entre lo privado y lo colectivo. En la psicología social esto se conoce como Conciencia aumentada del 'yo' expuesto al escrutinio público. Cuando alguien se siente observado o expuesto, responde con gestos automatizados de uso colectivo, enciende un cigarro, se lleva un trago a los labios, bosteza: todos ambiguos y de alguna manera defensivos.
La identidad es también un velo. En la tradición occidental el rostro es el emblema de la verdad. Esconderlo equivale a huir de la confrontación. Hay algo deliberadamente retraído en su postura. Es por ello que el esperado gesto de levantar la botella adquiere en otro orden de análisis cierta densidad filosófica: es un acto simple, —una distracción, una digresión, un intento de atraer hacia él mismo la atención— pero también una forma de ralentizar el tiempo, de diluir la conciencia. Como diría Kierkegaard, tal vez bebe para 'aplazar el peso de ser'. Una statement a fin de cuentas de que no todo lo que es humano es visible en lo aparencial y que sus interioridades requieren permanecer fuera del alcance de 'prácticamente' todos los demás.
La otra muchacha, la que mira. Ella...
parece sostener el plano ontológico de la escena. Mira a Evelyn —nos mira— y su sola presencia encarna la noción del testigo. Es ella el 'Otro' que describe Emmanuel Levinas. El otro que nos interpela e insta a responder. Es una mirada que no puede ser reducida. Su mera presencia obliga a reconocer su humanidad y actuar éticamente. Pero si se fijan, no es acusadora. No parece exigir una respuesta. Es apenas —de momento— el recordatorio de que el 'Otro' nos mira.
Este modo de observar de tan difícil descripción es pura Presencia. Intuye Evelyn, quien eres. No estoy tan seguro de que realmente lo sepa. Y esto vale para muchas personas. Pero no interviene. Observa, firme, densa y calladamente. Y esa vigilia de ángel guardian confirma: estoy contigo. Es amiga y es espejo. Manifiesta una complicidad tácita. Entre esos ojos oscuros y el visor nace un vínculo emocional silente que no necesita palabras, gestos o signos: soy el ser que te... Por ello no tengo dudas, es una mirada de aprobación, de apoyo y también de contención. En las relaciones de amistad, especialmente entre mujeres, hay una capacidad muy desarrollada para comunicar a través de gestos casi imperceptibles. Basta la postura, la mirada o el silencio. Esos ojos, no solo miran a la cámara, es más, no la miran, la traspasan. Están detenidos en la fotógrafa, en Evelyn y es posible que adviertan que puede sentirse tensa por la suspicacia de la primera muchacha. Asume un rol protector, quizás hasta maternal, hasta dejar entrever incluso una leve traza de orgullo.
Porque Ilse siempre fue una cómplice alerta, porque posiblemente haya pasado demasiado tiempo en la filosa intersección entre la penumbra y el deseo. Desde esa retaguardia trasmite la serenidad vigilante ante el acto creativa de su amiga. Quiero creer —porque es una bella imagen— que cuanto Evelyn se percata de cuanta humanidad y emoción hay en la mirada de Ilse, desenfoca su interés primero y decide salvaguardar lo que en ese momento considera refugio.
Esta foto — y todas las otras que he visto de Evelyn Sosa— no está concebida para ser ni disfrutada, ni juzgada, ni entendida por el ojo masculino. La mujer está en el centro de toda su obra. No cualquier mujer, ni mucho menos, sino las que contienen la cualidad esencial que Evelyn necesita colectar para visibilizar su testimonio. Es un conjunto de obras que, encapsulado en el solo ejemplo de esta imagen, defiende el derecho al silencio, al cansancio, al reposo y sobre todo a la ambigüedad. Porque las mujeres de Evelyn habitan al borde del tiempo, al borde del deseo, arden en blanco y negro.

HAPE New Year from Havana with we celebrated the arrival of 2019 in Circo De Solar organised by @copperbridge in collaboration with @hapecollective & @vedadosocialclub feat: @cimafunk @ciaomatti @ro.deric @djlandeep art: @amaiasarah




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