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El ojo del amo

Septiembre 3, 2025 | By R10
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Soldados del Ejército Popular de Liberación ensayan en Pekín para un próximo desfile con motivo del 80º aniversario de la rendición de Japón al final de la Segunda Guerra Mundial. El desfile que ocurrió hoy 3 de septiembre conmemora también el fin de la segunda guerra sino-japonesa, conocida en China como la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa.

La fotografía es de Kevin Frayer/Getty. The Guardian Weekly. Vol. 213. No. 9. August 29th, 2025

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Esta imagen captó de inmediato mi atención. Supongo que fue concebida o seleccionada para provocar ese efecto a nivel masivo. Destaca un rostro dentro del grupo de mujeres del Ejército Popular de Liberación de China que avanza en formación: el segundo de izquierda a derecha. ¿Casual?

Dentro del dispar y variopinto conjunto de expresiones, la configuración de cada rostro aporta una densidad particular. El que me concierne —quizá por la severidad de su contorno maxilar— deja entrever un acento andrógino que apunta a un problema de género sin resolver. Por inquietante es significativo, porque ofrece un punto de partida para la relectura de la imagen.

Alineadas en simetría perfecta, vestidas con un uniforme que combina lo regular con lo camuflado, avanzan inexorables, como un pequeño tsunami doméstico, como un oleaje de rigor que se desplaza con arrolladora precisión.

La rigidez de los cuerpos y la frontalidad de las miradas transmiten una disciplina absoluta que no admite fisuras. No hay espacio para la individualidad: cada rostro funciona como eco del otro, en un “efecto espejo” que disuelve lo singular en beneficio del colectivo.

El fondo rojo es un marco semiótico ideal que actúa más como signo político que como simple telón. Remite al imaginario comunista: el rojo como sangre y revolución, el amarillo como gloria y nación.

El ojo del amo

Bajo la observación del poder militar y político, la actitud no es solo física, responde a la demanda ideológica. Es el signo de una obediencia perpetua, de la necesidad de mantener una máscara incuestionable frente al control.

El comunismo totalitario se ha valido por un siglo de la estética militar como pedagogía social. El ciudadano debe estar siempre dispuesto a convertirse en un ladrillo de la muralla colectiva. Listo, por ende, para borrar cualquier matiz personal de su imagen pública. La mujer, asociada históricamente al cuidado, se muestra reconfigurada como símbolo armado de la patria. Se manifiesta perfectamente la paradoja de que tal visibilidad produce disolución identitaria: se las observa como colectivo, no como sujetos. Y el grupo, a su vez, proyecta la imagen de un poder que en la sincronía corporal y el control de la mirada se siente legitimado.

Además de un ejercicio marcial, este desfile es una metáfora de la sociedad bajo el totalitarismo. Cada entidad se sostiene en el rigor de la repetición. La lógica del poder supone que el control del gesto transmuta en control del pensamiento. Esta apología visual de la obediencia es el ritual mediante el cual el poder educa, somete y perpetúa su dominio.

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