
La obra Portrait of Edmond de Belamy fue generada mediante un sistema de redes generativas adversarias (GAN), entrenado por el colectivo francés Obvious. Para ello alimentaron al algoritmo con un extenso archivo de retratos pintados entre los siglos XIV y XX, permitiéndole aprender patrones de composición, color y textura propios de la tradición pictórica europea. A partir de ese entrenamiento, la red generadora produjo nuevas imágenes mientras la red discriminadora evaluaba y descartaba aquellas que no se ajustaban a los criterios establecidos. Tras múltiples iteraciones y ajustes, emergió este retrato final, cuya singularidad reside en la mezcla de técnicas clásicas reinterpretadas a través de un proceso algorítmico autónomo.
Un enorme porcentaje de su contenido divulgativo ofrece información falsa o, en el mejor de los casos, inexacta. Hoy me topo con un post sobre la supuesta subasta —en Christie’s— de una obra generada por inteligencia artificial. Leo y guardo. La nota se centra más en el debate que provocó que en la venta en sí misma. Quizás porque el jaleo, la confrontación y las rebatiñas intelectuales despiertan más atención que las propias obras de arte.
Según el post, la obra titulada Memories of a Solitary Soul alcanzó los 432 500 dólares en la afamada casa de subastas, desatando una vez más el debate sobre el papel de la IA en la creatividad y las implicaciones legales de la autoría. El autor atribuye la pieza a la artista Elena Petrova, quien supuestamente utilizó DALL·E de OpenAI y redes neuronales personalizadas para generarla. La imagen, como puede verse al final de este texto, muestra la gigantesca escultura de un guitarrista asiático tallada en un acantilado, en cuya superficie se integran templos y pasarelas. El perfil, absorto en su arte, parece custodiar un paisaje donde la arquitectura humana se entrelaza con la roca y la vegetación. La suave luz rosácea evoca un mundo de fantasía donde naturaleza y arquitectura conviven en una atemporal armonía.
Completamente ridículo. La obra, el post, la intención: todo.
El texto publicado por Legend ideally 81 mezcla un contexto histórico real —Edmond de Belamy y el debate sobre derechos de autor— con un evento ficticio: la venta de Memories of a Solitary Soul de Elena Petrova. ¿Con qué intención? Quién sabe. Podría ser un ejercicio especulativo, o simplemente un truco barato para generar visualizaciones.
Lo interesante es cómo armó este Frankenstein informativo. En octubre de 2018, Christie’s vendió la primera obra generada por IA: Portrait of Edmond de Belamy, creada por el colectivo francés Obvious mediante redes generativas adversarias (GANs). Sorprendentemente, sobre un estimado inicial de entre 7 000 y 10 000 dólares, alcanzó los mismos 432 500 dólares que ahora se atribuyen a Petrova. Era un retrato al óleo impreso en lienzo, con un estilo próximo al de los retratos clásicos europeos del siglo XVIII, pero con un toque borroso y una firma singular: una fórmula matemática correspondiente al algoritmo utilizado.
El mundo del arte —la industria— se llevó las manos a la cabeza. Las preguntas surgieron solas: ¿quién es el autor real?, ¿los artistas que entrenaron el modelo?, ¿el algoritmo?, ¿puede el arte generado por IA transmitir emoción o creatividad genuina?, ¿qué lugar ocupa este tipo de obra en el arte tradicional?
Como era de esperar, la venta generó un enorme interés por el arte asistido por IA. Muchos artistas empezaron a experimentar con estas herramientas, y galerías y casas de subastas comenzaron a prestar más atención a estas propuestas. Fue un punto de inflexión comparable al surgimiento de la fotografía, que en su momento suscitó los mismos debates sobre técnica, autoría y creatividad.

¿Qué ha sucedido desde 2018 hasta hoy?
Propuestas recientes llevan los límites aún más lejos, incorporando elementos dinámicos e interactivos respaldados por tecnologías como la verificación mediante blockchain, lo que introduce nuevas formas de autenticidad y de participación del público.
En este contexto, las preguntas siguen siendo las mismas que hace siete años. También los bandos: quienes ven en la IA una amenaza a la creatividad natural del hombre; quienes argumentan que las obras asistidas por tecnología carecen de emoción genuina; y quienes descorchan botellas de champagne celebrando la llegada de la herramienta más fantástica de los últimos cincuenta años.
Ambos tienen razón, pero una razón diluida. ¿Cuál es el valor de la emoción con la que el artista crea su obra? ¿Puede un producto de la IA provocarla intensamente? Eso dependerá de quién la use, de quién logre producir con ella un arte inédito o inaudito, o mejor aún, emociones que todavía no hemos experimentado. Los detractores insisten en que estas obras carecen de emoción humana.
Para mí este debate tiene mucho de tontería y cacareo. Creo que el valor de una obra de arte reside en su capacidad de provocar impacto emocional en quien interactúa con ella. Lo demás —la emoción con que un artista crea su obra, entre otras— es desde algún punto de vista, intrascendente.
PD
Por cierto, Elena Petrova existe. Nació el 19 de noviembre de 1974 en Novosibirsk. Es restauradora de óleos y crítica de arte; estudió en la Escuela de Arte de Moscú y en el Instituto Estatal Académico de Pintura, Escultura y Arquitectura de San Petersburgo, que lleva el nombre de Repin. Ha trabajado en la restauración de obras de grandes maestros rusos como Aivazovsky, Bogoliúbov, Kustódiev, Lagorio y Makovski. Ella misma reconoce que la restauración le enseñó mucho, ayudándola a comprender cómo lograr determinados efectos pictóricos. Hoy sus obras, de una sensibilidad singular, forman parte de colecciones privadas en Rusia, España, Grecia, Holanda, Francia, Letonia y Eslovaquia. No hay la menor evidencia de que sepa utilizar IA ni mucho menos que haya ingresado medio millón de dólares en su cuenta bancaria.

Según el post, la obra titulada Memories of a Solitary Soul alcanzó los 432 500 dólares en la afamada casa de subastas. A otro perro con ese hueso.
La obra parece atribuible a Mitsuru Takeya y fue probablemente presentada en la exposición individual del artista en Mizuma & Kips, Nueva York (6 de noviembre – 1 de diciembre de 2019). En las redes sociales circula atribuida erróneamente a supuestas subastas de arte generado por inteligencia artificial —como el caso ficticio de Memories of a Solitary Soul adjudicado a Elena Petrova. Esta pieza es en realidad parte del corpus pictórico de Takeya: un detallado óleo donde arquitectura tradicional y figura humana se funden en un paisaje imaginario, ejemplo de la maestría técnica y poética del artista japonés.




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