Go to English VersionEsta foto la podría haber tomado cualquiera. Cerca y con una cámara en mano, era cuestión de esperar el momento. ¿Podríamos asumir entonces que, con una cámara decente, podemos salir a la calle a tirar fotos y a retar el legado de un Cartier-Bresson, por poner un ejemplo? Es posible pero improbable. Cartier-Bresson definió lo que hoy conocemos como la captura del 'Instante decisivo'. Su inmortalidad se sostiene sobre cientos de fotografías —casi todas perfectas— donde la magia de dicho instante se manifestó ante sus ojos, cámara en mano. Demasiadas veces como para atribuirlo a la casualidad.
La vida rebosa de momentos extraordinarios que de fijarlos en un soporte, serían símbolos atemporales de la condición humana y de la monumentalidad de lo cotidiano. Estos momentos avanzan entre trillones de escenas totalmente intrascendentes, carentes de sustancia poética. Genios como Bresson o como Robert Capa, intuyen casi mágicamente, cuándo puede ocurrir el milagro y anticipan esos chispazos de efímera belleza. Creo recordar una anécdota que narró varias veces Alberto Korda. Refería la presencia, en el funeral de Benny Moré, de uno de esos gigantes de la fotografía: Cornell Capa. Korda estaba allí para documentar el evento y contó cómo Capa, con pocos disparos, consiguió imágenes de mucho impacto. Cada una resumía el tejido de dolor y tristeza que la despedida del Bárbaro del Ritmo provocó entre familiares, amigos y pueblo en general. En cambio, él mismo, que no era mucho menos, necesitó muchísimos intentos y una dosis de fortuna para encontrar ese esquivo momento que dejaría fijado en la memoria colectiva.
Una foto genial pareciera depender de si tienes la capacidad de presentir ese 'momento'. De leer las parábolas de la materia a través de una breve línea temporal o, de la cantidad de fotos que puedas acumular. Es probable que, entre un centenar de fotos regulares, encontremos algunas magníficas. Aún así se necesita sensibilidad para ajustar al ángulo perfecto, para dominar la luz y la sombra y entender determinadas perspectivas, no sólo la óptica sino la histórica. Ser Cartier-Bresson no es tan sencillo como puede parecer. Cien fotógrafos, tomando fotos incansablemente todos los días, de 8 de la mañana a cinco de la tarde y un editor gráfico muy agudo, revisando el material a tiempo completo, pudieran con suerte y en el lapso de un siglo, emular otro 'Henri Émile Benoît Cartier-Bresson'
Dicho esto, tenemos esta foto muy popular. Excelente por su contenido. En ella encontramos muchos de los presupuestos que definen una foto afortunada: la monumentalidad de lo cotidiano, la poesía de la vida diaria, el momento irrepetible, la simetría de la realidad y la magia de la imagen. En mi opinión, es una fotografía menor, aunque para muchos es una imagen que calienta el alma. ¿Por qué?
Primero porque es una niña pequeña que haga o que haga nos sacará una sonrisa. Su postura ligeramente arqueada hacia adelante, parece indicar que, o le han dado un inesperado regalo o acaba de presenciar algo que le ha dado mucha gracia. Fue inesperado, porque le provoca un paroxismo genuino de alegría. Ríe con todo el cuerpo, con la boca, con la ropa. Ríe hasta el camello —que no ríe, sino brama— rendido ante las electrizantes vibraciones del momento.
El contexto
La escena se desarrolla en una llanura que se me antoja helada. Fue registrada en 2003 por Han Chengli y su protagonista es una niña de cinco años llamada Butedmaa. Chengli tituló la obra: 'Inner Mongolian Child' (Niña de Mongolia Interior), una de las cinco regiones autónomas chinas. No es Mongolia, a pesar de lo que sugiera el título y es un paraje rústico, de herencia mongola, cuyos grandes festivales son esencialmente de lucha, carreras de caballos y tiro con arco.
Sobre la libertad simbólica que trasluce el acto de reír con tamaña intensidad, liberados de cualquier atadura, la escena apela a la engañosa libertad de los grandes espacios vacíos. Todo pasa junto a nuestro subconsciente y por pura empatía también nos sentimos libres. Otro recurso que explica el éxito de esta imagen es su reencuadre artístico, o enfoque selectivo. Se eliminó todo lo que sobraba: dos o tres animales que no aportaban nada. El fotógrafo seleccionó solamente elementos altamente significantes que apoyaran la intención primordial de la imagen. La foto, aunque es contemporánea, se viralizó en blanco y negro. Quizás porque tal alegría es cosa del pasado, o porque los horizontes puros son cada día más raros en la parte sólida del planeta.
¿Por qué no me parece una gran foto? Creo que fue la imagen la que sorprendió al fotógrafo. No va más allá de ser el registro de un momento algo intrascendente que no dice más de lo que vemos. No percibo ese habilidad del fotógrafo para capturar el instante decisivo, no salió de su casa, cámara en mano a ver que aparecía, ni se dio de narices con la niña y un camello. Estaba allí, en la escena, en medio del desierto, vaya Usted a saber por qué. Es incluso probable que haya visto reír a la niña con anterioridad y haya decidido que la imagen tenía recorrido. Esperó su momento, lo provocó. ¿Qué importa? Es una imagen bonita que le ha alegrado el día a mucha gente. Incluso, fue la portada de la revista china Women of China en junio de 2005. Puede pasar.




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