
La joven que aparece en la fotografía parece estar estrechamente vinculada al entorno rural de la Quinta do Cobral, una finca caracterizada por sus campos en terrazas, muros de piedra centenarios y una arquitectura que transmite una sensación de perdurabilidad silenciosa. Aunque su identidad permanece desconocida, su presencia remite a una vida doméstica organizada en torno a hornos de pan, chimeneas destinadas al ahumado de alimentos y el calor proveniente de los animales alojados en la planta baja de la vivienda. A pesar de su juventud, la figura se inscribe con naturalidad en una atmósfera histórica que sobrevive en los materiales mismos de la construcción. La fotografía fue tomada en 1957.
Hoy, 15 de octubre, se celebra el Día Internacional de la Mujer Rural. Quienes han prestado atención a este grupo específico y probablemente más vulnerable que otros, deberían estar atentos a los que ilustran sus mensajes. Hoy en día, ya se sabe, si no trae una figurita simpática, medio ingenua, informal y desenfadada, o una fotografía impactante y dramática en blanco y negro, y en el mejor de los casos, una en colores, bonita y graciosa: nadie prestará su atención.
Este principio fue aplicado por quien eligió la imagen que ilustra esta celebración. Que espera, que su esperanzador mensaje llegue a estas mujeres sin ruido, sin humo, diáfano como una fría madrugada en el Sahara. Porque entre todos podemos transformar la vida de muchas. Porque nos necesitan quizás, para salir de situaciones de dependencia, soledad y vulnerabilidad en los campos del mundo.

El entorno rural es pequeño y cerrado. Las expectativas sociales y la presión por cumplir con las normas locales pueden ser más que intensas, generando una atmósfera que, aunque familiar, puede llegar a ser sofocante. Donde todos se conocen pueden surgir conflictos, tensiones y desavenencias de toda clase. Así como estallan enemistades por un detalle nimio, surgen violentas e incontrolables afinidades por no decir pasiones. Sean estas entre vecinos, vecinas, o entre ambos. No hay espacio para todas las combinaciones posibles. En esto me van a tener que disculpar.
Los que saben, saben que he pasado una vida en el campo de la comunicación visual. Y bueno, yo hubiera elegido otra fotografía para celebrar este importante día. Solo en lo formal o sensorial tanta cornamenta atraviesa el alma y desgarra la memoria. En lo simbólico prefiero —como se decía en el XIX— tender un piadoso manto de silencio sobre las almas rurales y atormentadas que padecen el perturbador aroma del guiso del vecino.

La Quinta do Cobral se encuentra en Portugal, concretamente en la región centro-norte del país. No es una región conocida a nivel turístico. El nombre hace referencia a una propiedad rural típica portuguesa —una quinta— y Cobral es una pequeña aldea en el municipio de Sátão, distrito de Viseu, en la región de Beira Alta. Este tipo de quintas suelen tener siglos de historia, con estructuras tradicionales construidas en piedra, terrazas agrícolas y sistemas antiguos de irrigación. Nadie sabe cuando fue construida con exactitud, pero todos dan por sentado que menos de 300 años no tiene.




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