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Los restos de tu antigua vecina tienen algo que decirte

Septiembre 4, 2025 | Por R10
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Buzos felices y recién salidos del agua observan como la grúa eleva el artefacto que recuperaron del lecho marino en la bahía de Abu Qir, en el Mediterráneo, el 21 de agosto pasado. El Ministerio egipcio de Turismo y Antigüedades presentó 86 reliquias rescatadas de manera similar —entre ellas estatuas raras, joyas y piezas de cerámica— durante la inauguración, el día anterior, de la exposición Secretos de la ciudad sumergida en el Museo Nacional de Alejandría.

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La semana pasada encontré esta imagen en casi todos los periódicos importantes que consulto habitualmente. Cuando la vi por primera vez la guardé de inmediato, porque me hizo bien al contemplarla y porque es, además, perfecta para esta sección. Cuando comenzó a multiplicarse en los medios, imaginé que el alborozo había sido universal. Probablemente el resto de los lectores experimentó un júbilo semejante.

La historia, bien contada, dice que un grupo de arqueólogos empezó a recuperar restos de Canopo, una ciudad del Egipto helenístico y romano que lleva dos mil años sumergida. La inmersión tuvo lugar en la bahía de Abu Qir, a unos 25 kilómetros de Alejandría. Canopo no fue un pueblo menor, ni mucho menos. Situada en la desembocadura del ramal más occidental del delta del Nilo, conocido como la rama canópica o heracleótica, constituyó un núcleo comercial y espiritual clave antes incluso del auge de Alejandría. Menos conocida, porque a diferencia de esta última, sus habitantes nunca necesitaron una biblioteca ni sus comerciantes un faro maravilloso.

¿Por qué nos ponemos tan contentos al ver salir un trozo de piedra del agua?

Tal vez porque el ser humano percibe el mar, el río o el lago como espacios que custodian lo inaccesible. Lo que allí se hunde parece condenado al olvido. Cuando un objeto, una estatua o un vestigio arqueológico emerge de ese ámbito oculto, se produce una revelación que activa resortes muy antiguos de nuestra condición: la pulsión del descubrimiento, la emoción de recuperar lo que parecía perdido, la ilusión de vencer, aunque sea un instante, la desaparición casi inevitable. Esa irrupción desde lo invisible hasta lo visible restituye un fragmento de historia o de memoria y confirma que aún es posible arrancarle secretos a la oscuridad y oponerse al avance del tiempo. En ese gesto se condensa una victoria simbólica frente al olvido y la muerte; por eso la escena de sacar algo del agua despierta una alegría que trasciende el hallazgo material y toca lo más elemental de nuestras emociones.

Canopo no resistió los embates de la naturaleza. Terremotos, tsunamis y la licuefacción de sus suelos provocaron un hundimiento progresivo. Para finales del segundo siglo después de Cristo, gran parte de la ciudad había desaparecido en las aguas mediterráneas. Aunque su historia era conocida, sus restos no habían vuelto a emerger hasta hoy.

Junto con los mármoles se reveló también una certeza: a la bella Alejandría puede sucederle lo mismo, pues sufre hoy problemas similares. Se hunde unos tres milímetros por año, lo cual no es motivo para hacer las maletas, pero sí para extender algunos planos sobre la mesa. Los expertos advierten que hacia 2050 un tercio de la ciudad podría estar bajo el agua. Es cierto que suelen equivocarse, pero un día, quizá, acierten.

Queda reflexionar sobre el cambio climático y, más aún, sobre la inesperada fragilidad de las civilizaciones. De momento, el arqueólogo Franck Goddio peina el delta del Nilo con magnetómetros y sonar de barrido lateral. Pedacito a pedacito se reconstruye lo que fue su vida urbana, comercial y religiosa. Junto a Heraclión y Naucratis, Canopo formó un triángulo portuario que conectó a Egipto con el mundo helénico.

Todas las piedrecitas halladas forman parte de la exposición Secretos de la ciudad sumergida, inaugurada recientemente en el Museo Nacional de Alejandría. Son 86 piezas entre las que destacan un busto de mármol blanco de un noble romano, monedas, anclas de piedra, restos de embarcaciones mercantes, infraestructura portuaria y un muelle que funcionó hasta la época bizantina, entre los años 395 y 1453. Demasiado tiempo, tal vez, para tenerlo claro.

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El hallazgo, rescatado con grúas y buzos, incluye estatuas de época ptolemaica y romana, así como esfinges y piezas vinculadas a Ramsés II. No obstante, gran parte del yacimiento permanecerá bajo el agua como patrimonio subacuático.
El hallazgo, rescatado con grúas y buzos, incluye estatuas de época ptolemaica y romana, así como esfinges y piezas vinculadas a Ramsés II. No obstante, gran parte del yacimiento permanecerá bajo el agua como patrimonio subacuático.
El hallazgo, rescatado con grúas y buzos, incluye estatuas de época ptolemaica y romana, así como esfinges y piezas vinculadas a Ramsés II. No obstante, gran parte del yacimiento permanecerá bajo el agua como patrimonio subacuático.
El hallazgo, rescatado con grúas y buzos, incluye estatuas de época ptolemaica y romana, así como esfinges y piezas vinculadas a Ramsés II. No obstante, gran parte del yacimiento permanecerá bajo el agua como patrimonio subacuático.
El hallazgo, rescatado con grúas y buzos, incluye estatuas de época ptolemaica y romana, así como esfinges y piezas vinculadas a Ramsés II. No obstante, gran parte del yacimiento permanecerá bajo el agua como patrimonio subacuático.
El hallazgo, rescatado con grúas y buzos, incluye estatuas de época ptolemaica y romana, así como esfinges y piezas vinculadas a Ramsés II. No obstante, gran parte del yacimiento permanecerá bajo el agua como patrimonio subacuático.
El hallazgo, rescatado con grúas y buzos, incluye estatuas de época ptolemaica y romana, así como esfinges y piezas vinculadas a Ramsés II. No obstante, gran parte del yacimiento permanecerá bajo el agua como patrimonio subacuático.
El hallazgo, rescatado con grúas y buzos, incluye estatuas de época ptolemaica y romana, así como esfinges y piezas vinculadas a Ramsés II. No obstante, gran parte del yacimiento permanecerá bajo el agua como patrimonio subacuático.
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