
Leni Riefenstahl
Si hay algo que diferencia de forma sustancial a la izquierda socioliberal de la actual izquierda woke es la política de la cancelación. Y si hay una figura que encarna ese debate en el mundo del cine, esa es la cineasta alemana Leni Riefenstahl, autora de dos documentales muy celebrados, y pioneros en muchos sentidos, que realizó por encargo de Adolf Hitler. No es la primera vez ni será la última vez que hablamos de la forma de juzgar la relación entre arte y política.
Mientras que críticos progresistas de los años ochenta y noventa, como Román Gubern o Ángel Fernández Santos, defendían a Leni Riefenstahl desde la convicción de que era posible separar la ideología —incluso si era perversa— de la excelencia estética de una obra, la corriente actual se inclina hacia un integrismo moral que no admite matices. En aquel entonces se aceptaba que una pieza cinematográfica podía tener un valor incuestionable aun si su trasfondo ideológico era reprobable, del mismo modo que se reconoce El nacimiento de una nación como una obra maestra pese a su racismo flagrante. Hoy, en cambio, predomina un espíritu justiciero que busca cancelar más que comprender, someter las formas al contenido y reducir la obra al juicio político sobre su autor. La comparación, en el fondo, revela un cambio de paradigma: de la crítica que valoraba la autonomía del arte, a una vigilancia cultural que lo somete a un tribunal ético permanente.

Leni Riefenstahl
Leni Riefenstahl, cineasta alemana célebre por El triunfo de la voluntad y Olimpiada, fue una figura clave del cine en los años treinta. Su relación con Hitler, a quien filmó en el Congreso de Núremberg de 1934, la marcó para siempre. Aunque nunca se afilió al Partido Nazi y fue absuelta en dos procesos, su cercanía al régimen la convirtió en un personaje incapaz de librarse del estigma. Es que en aquel momento, Hitler gozaba de un magnetismo especial para millones de alemanes. Había reducido el paro, devolvía la sensación de dignidad a un país humillado por Versalles y apelaba a un sentido colectivo de nación que prometía superar las derrotas recientes. Riefenstahl, como casi todos, sucumbió a esa fascinación. Ella misma confesó haber sentido temblores y un 'poder magnético' al escucharlo por primera vez.
Su película El triunfo de la voluntad capturó esa devoción popular, fundiendo la imagen del líder con la de Alemania. La retórica parecía ofrecer paz, unidad y perfección personal, aunque ya existían indicios de persecución contra los judíos. Visto desde hoy, el filme resulta una exaltación peligrosa, pero en su momento fue celebrado incluso fuera de Alemania. Fue premiado en la Francia del Frente Popular y valorado en la Unión Soviética. Tras la derrota nazi y el descubrimiento del Holocausto, la situación cambió. Riefenstahl fue interrogada y absuelta, pero la sospecha nunca desapareció. Allá donde iba, era recordada por su cercanía a Hitler y se le pedían explicaciones. Ella intentó reescribir su biografía, negando metáforas o intenciones simbólicas en sus películas, aunque ese esfuerzo despojó de vida su propio arte.
En la búsqueda pertinaz de madera para la hoguera la polémica renace hoy convertida en un incesante acoso crítico. Documentales como el de Andrés Veiel insisten en su proximidad al poder nazi, planteando acusaciones de haber presenciado ejecuciones o trabajado con niños gitanos provenientes de campos de concentración. Aunque algunos testimonios apuntan en esa dirección, la evidencia sigue siendo ambigua y no basta para dictar una condena definitiva.

Leni Riefenstahl, en su sala de montaje
Volvamos a preguntarnos una vez más —tantas veces como sea necesario. ¿Hasta dónde llega la responsabilidad del artista en contextos horrorosos? ¿Debemos evaluar la obra por su valor estético o juzgarla por la ideología a la que sirvió? Leni Riefenstahl —que ya ni puede esperar la paz que la muerte concede— queda atrapada entre dos fuerzas irreconciliables. La grandeza formal de su cine, considerado pionero en el lenguaje audiovisual, y la imposibilidad de separar su obra del contexto político que la inspiró. Su largo siglo de vida la llevó de la admiración por su talento a la acusación por haberse guarecido del “sol del mundo moral” en la sombra gélida del Deutscher Führer











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