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Una tragedia silenciosa se cierne sobre la web global

Julio 24, 2025 | Por R10
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A medida que crece mi entusiasmo por la Inteligencia Artificial, aumento mis lecturas acerca de sus derroteros probables y su influencia en el raciocinio humano. Es una tarea densa: todos los días los medios abordan el tema, y esos artículos, en la misma medida en que se acumulan, envejecen con rapidez. La I.A. se redefine constantemente. Pero dejar de hablar de ella resulta impensable.

Entre lectura y lectura empiezo a preguntarme si hay señales de alarma que estamos pasando por alto. No se confundan: no voy a hacer trampas al solitario. La salud de la tecnología, por ahora, me importa poco. Lo que quiero es mantenerme atento a las tendencias, no sea que la entronización de una negativa acabe teniendo consecuencias indeseadas para el modelo de negocio que estoy construyendo.

Hace unos días me topé con un editorial de The Economist, publicado el 19 de julio. El texto explora cómo la inteligencia artificial, mientras nos deslumbra y nos ayuda a resolver mil tareas diarias, está transformando la forma en que buscamos información y la manera en que esta circula por internet. No necesariamente para bien.

Hasta hace apenas un par de años, cuando buscábamos algo, recorríamos páginas, blogs, foros y terminábamos —casi siempre— en Wikipedia. Dábamos por sentado que esa información era valiosa. Hoy le preguntamos directamente a ChatGPT —o a cualquier chatbot— y en segundos obtenemos una respuesta, casi siempre un resumen general de lo que otros publicaron antes. Con suerte no estará del todo mal, pero dejará fuera detalles que podrían ser extraordinariamente valiosos. Y su verosimilitud no es algo en lo que convenga confiar ciegamente.

Esa comodidad tiene un costo silencioso: menos tráfico para los sitios que generan contenido original. Menos visitas significan menos ingresos. Y menos ingresos, menos incentivos para invertir tiempo y esfuerzo en crear información de calidad.

A largo plazo, eso puede desembocar en un escenario desolador: blogs especializados, voces singulares y foros de intercambio podrían desaparecer o quedar al borde de la extinción. La diversidad de opiniones y enfoques es indispensable para acercarnos, aunque sea un poco, a lo verdadero.

Las cifras ya están ahí para quien quiera mirarlas: el tráfico desde buscadores ha caído un 15% este año. Sitios de ciencia y educación han perdido una décima parte de sus visitas. Stack Overflow —el templo de los programadores— conserva apenas la mitad de su tráfico habitual. Incluso Wikipedia siente el golpe. Y mientras tanto, los gigantes de la IA devoran datos e información —bienes patrimoniales de la humanidad— sin devolver casi nada a cambio.

La I.A. está reconfigurando la web ante nuestros ojos. Cada vez más contenido se esconde tras muros de pago o licencias que intentan protegerlo de los bots. Se barajan ideas como cobrar a los bots por leer o rastrear el origen de las respuestas para compensar a quienes producen contenido. Pero todavía no hay un modelo que garantice la supervivencia del ecosistema de conocimiento que dábamos por eterno.

Si no aparece una solución, podríamos asistir, a mediano plazo, a una tragedia digital. Los recursos compartidos de la web abierta serán sobreexplotados hasta agotarse. Y si ese proceso no se detiene, una de las grandes propiedades colectivas de la humanidad podría terminar secándose.

Mi experiencia

Empecé a usar ChatGPT desde que salió. Pronto me pasé a la versión de pago. He visto cómo se alimenta como un demonio en una botella: cada día estrena un truco nuevo y crece a una velocidad de vértigo. Mientras me obedezca, juego con ella, la provoco, intento confundirla y compruebo, una y otra vez, que será artificial… pero es bastante inteligente.

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